António Jacinto Pascoal
El último testigo
Hace más de 70 años que el viento trata de secar las lágrimas y no lo consigue. Las lágrimas están todavía allí.
El viento hace callar las voces de los jóvenes, los trinos de los pájaros, el sonido de las máquinas y los disparos. Todos quieren que este lugar guarde silencio, pero la tierra en su silencio nos pide que hablemos.
Todos están allí: nosotros los humanos con nuestras voces, los pájaros, que no estudiaron historia, con las suyas, las máquinas que construimos para construir y para destruir.
En la tierra llena, no cabe nada más. Todo la rebaza. Ella no puede hablar, algo y alguien le aprietan la garganta. Está muda. Por eso es necesario las voces, los trinos y los ruidos de las máquinas.
El verde lo cubre todo incluso a nosotros. Ese verde es de tristeza por el cielo gris y por la tierra llena.
Solo el viento, dueño y señor del lugar, pasa sin pedir permiso, moviendo de vez en cuando la rama de un árbol y el cabello de los jóvenes.
Una vez más el viento trata de callar a los cañones, a las máquinas, a los trinos y a las voces – el resultado es el de siempre.
… fueron traídos, sobrevivieron algunos, murieron tantos…
En el fin de los tiempos, con las lagrimas todavia por secar, el viento será el último testigo en Berguen Belsen.
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O último testemunho
Há mais de 70 anos que o vento tenta secar as lágrimas mas não o consegue. As lágrimas porém permanecem ali.
O vento faz calar as vozes dos jovens, o trinar dos pássaros, o som das máquinas e dos disparos. Todos querem que este lugar guarde silêncio, mas a terra, no seu silêncio, pede-nos que falemos.
Todos estão ali: nós, os humanos, com as nossas vozes; os pássaros, que não estudaram história, com as suas; as máquinas que construímos para construir e para destruir.
Na terra cheia não cabe mais nada. Tudo a faz transbordar. Ela não pode falar; algo e alguém lhe apertam a garganta. Está muda. Por isso são necessárias as vozes, os trinos e os ruídos das máquinas.
Ao verde cobre-o tudo, inclusivamente a nós mesmos. Esse verde é o da tristeza pelo céu cinzento e pela terra cheia.
Só o vento, dono e senhor do lugar, passa sem pedir permissão, movendo de vez em quando a rama de uma árvore e o cabelo dos jovens.
Uma vez mais, o vento trata de calar as armas, as máquinas, os trinos e as vozes – o resultado é o de sempre.
… foram traídos, alguns sobreviveram e morreram tantos…
No fim dos tempos, com as lágrimas ainda por secar, o vento será o último testemunho em Bergen-Belsen.
Abril, 2014
Nora Gaon, Directora no Spanish Desk International Department do Guetto Fighters House, sediado no kibbutz Beit Lohamei Haghetaot, Israel
Tradução de António Jacinto Pascoal
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